Capítulo 23

Pleitos y Castigos

Para lo que venía sucediendo era algo inesperado talvez, para lo que eran esos días fue sin duda una alarma que ya no podía ser ignorada: Los muggles estaban en peligro. Por más que estuvieran totalmente convertidos en magos, estaban por vivir las experiencias más incómodas y nefastas. Así se preveía aquel día en Hogwarts, el castillo inmenso que tendrían que circular cuidándose las espaldas. La calidez primaveral ya había llegado a esos días, el frío estaría en su última etapa antes de que la siguiente estación ocupe su lugar: la primavera. Los jóvenes amigos empezaron el día charlando sobre donde practicarían con el Escuadrón muggle, pues si los veían los demás se entrometerían y quizás alguno lo difundiría por allí con malas intenciones. Debía ser una asociación secreta y los integrantes debían tener absoluta reserva, de lo contrario se convertirían en potenciales traidores. En principio decidieron discutirlo y juntarse en la habitación donde dormían Kevin y los demás. Si alguien preguntaba que estaban haciendo contestarían que estaban practicando hechizos, o jugando o incluso preparando un trabajo práctico, pues éstos estaban a la orden del día, cada clase implicaba tarea y mucha práctica, sería esta la excusa ideal. Así practicarían en secreto y darían marcha a lo que tanto estaban necesitando. En el desayuno vieron las caras enfurecidas de toda la mesa de Slytherin que no paraban de murmurar y de dirigir miradas de desprecio hacia la mesa de los muggles. Kevin estaba muy ansioso por saber cuando volvería a hablar con Maia, sin duda eso era lo que más le importaba en ese día. Buscaría la manera de expresarle a la joven que quería volver a estar a solas con ella, dar un paseo por los patios, ya que el tiempo mejoraba y los días lucían espléndidos. De vez en cuando buscaba con la vista el rostro de Maia entre las muchachas de Ravenclaw, pero pocas veces lograba evadir las miradas de curiosidad de otros estudiantes que curioseaban y les llamaba la atención que mire con tanto atrevimiento a la mesa de su casa. Entre el deseo de comenzar con el escuadrón muggle y volver a encontrarse con Maia tenía divididos sus sentimientos y esto muchas veces lo deprimía, sin embargo no dudó en juntarse esa tarde con sus amigos y dar comienzo a las reuniones.
-¡Inician las sesiones de entrenamientos del escuadrón muggle! - Anunció con fuerza Sergio, que llevaba puesto un gracioso gorro de soldado que nadie sabía de donde lo había sacado, luego de algunas miradas desconcertadas se lo quitó. Se pasó los dedos de la mano derecha por la lengua y se peinó una raya al costado, algunos tuvieron que retener una pequeña carcajada, pues les causaba mucha gracia. Estaban todos sentados en las camas, y Sergio estaba sentado en uno de los escritorios.
-Raper, dinos cuantos hechizos sabes conjurar y que puedan servir para luchar.
Raper se puso de pie y colocó su mano en la boca pensativo. -Ayer Ulises me enseñó a conjurar el hechizo tragababosas, que hacía tiempo lo quería aprender, además se hacer el hechizo Wingardum Leviosa, para arrojar todo tipo de objetos a los adversarios y sé arrojar chispas ardientes con la varita, además del hechizo convocador.
-Creo que eres el que más hechizos sabe. ¿Alguno de ustedes sabe otro hechizo?
Maxi se puso de pie con timidez. -Yo se hacer el hechizo Furnúnculus que hace que te salgan forúnculos por todos lados, aunque aún no lo he aplicado.
Sergio acomodó sus lentes y repuso. -Bien, yo sólo se conjurar el hechizo Finite Incantatem que detendrá el efecto del tragababosas, del Furnunculos y del Rictusempra. Entonces en éstos días nos ayudaremos para que el compañero le enseñe al otro el hechizo que no sabe.
Así fue como aquel día experimentaron los hechizos que ya sabían hacer con los otros para aprender el hechizo Finite Incantatem y no trajeran demasiadas consecuencias los hechizos. La tarde fue tan divertida como fugaz, en un momento Kevin y Maxi estaban escupiendo babosas en un balde, Raper estaba lleno de forúnculos al igual que Sergio que gritó: -¡Muy gracioso! ¡Desactívenlo! ¡Desactiven todos estos hechizos!
Mady entró al a habitación sin previo aviso, los demás la miraron asombrados de que tuviera la osadía de entrar: -Lamento informarles algo, amigos, el Hechizo Tragababosas no se desactiva, ni el Fornunculus. Sólo se desactiva el Rictu Sempra por que se maneja con la punta de la varita.
Wendy entró detrás de ella y los observó con los ojos abiertos como platos. -¿Que demonios…?
Mady le contestó rápidamente señalando con la mano derecha. -Aquí tienes al escuadrón muggle, ¡Un cuarteto de papanatas!
Eliana apareció detrás de ella y anunció: -Ya es hora de la clase de Pociones, llegaremos tarde, ¿Que demonios están haciendo?
Miró con susto y abrió la boca sorprendida.
-Nosotros no iremos a clase hasta que se nos vaya el efecto de los hechizos. ¡Fuera!- Exclamó Sergio enojado. Las chicas cerraron la puerta riéndose cada vez más fuerte. El episodio era tan gracioso como patético, dos chicos escupiendo babosas y otros dos con forúnculos en la cara que se reventaban a cada instante.
Kevin mientras se tenía el estómago cerró la puerta y ordenó: -¡De aquí no sale nadie hasta que se desactiven los hechizos!
Los demás asintieron avergonzados y se acostaron cada uno en su cama. La noticia fue sin dudas desalentadora, no podría salir esa noche para intentar hablar con Maia, o al menos cruzar una mirada. Decidió descansar y guardar fuerzas para lo que sería el siguiente día, a pesar de faltar a 3 materias podría recuperarlas rápidamente pues no requerían mayor esfuerzo. Esa noche alguien golpeó la puerta de la habitación.
-¡Habrán!- Ordenó una voz demasiado conocida para ellos, la voz fuerte de Patrick. No tuvieron más remedio que abrir. Los observó unos instantes, se rascó la barba e interrogó desplazando sus ojos de un lado para el otro.
-¿Que ocurrió?
Sergió contestó. -Estábamos practicando algunos hechizos, pero pensábamos que no eran tan graves.
Se acomodó el cuello de la túnica negra que tenía puesta y con resignación farfulló. -Son muy pequeños para lanzarse hechizos como si fuera un duelo. Deberían instruirse antes de intentarlo, al menos conocer conjuros que los protejan, como por ejemplo el contrahechizo: “Protego”.
Los muchachos se miraron entre si con asombro y Kevin contestó astutamente. -No lo volveremos a hacer...
-De acuerdo, espero verlos mañana desayunando y que no sigan haciendo tonterías. Adiós. Se despidió Patrick con algo de enojo y en tono de advertencia.
Kevin en voz baja agregó: -No lo volveremos a hacer… sin usar el contrahechizo Protego de por medio. Seguiremos con las sesiones, ¿No es así, amigos?
Los demás asintieron con algo de inseguridad e intentaron conciliar el sueño, pues no podrían hacer otra cosa que dormir o estudiar.

Al día siguiente las cicatrices y el malestar estomacal habían cesado. Los adolescentes se sentían como nuevos, en el baño cantaban alegres, como si algo bueno hubiera pasado. El haber estado en la cama por mucho tiempo y haberse sentido mal fue algo parecido a un escarmiento, un castigo por continuar forzando los límites y actuar con rebeldía. Algo de eso presentían pero no podían evitar seguir haciendo lo de siempre. La siguiente reunión del escuadrón muggle la hicieron al mediodía, luego de haber almorzado, se agregó Jere a las reuniones aunque les costó convencerlo.
-¿Están seguros de que no es peligroso?- Interrogó incrédulo.
-Tomaremos todas las medidas de seguridad que conocemos.-
Se acomodó el pelo de la frente y repuso con humor. -Eso no me sirve de garantía, pero lo haré de todos modos.
Para esa ocasión Kevin se tomó unos instantes para ir con los demás a la biblioteca. Allí buscaron libros que tuvieran hechizos, su explicación y su ejecución con la varita para anotarlos cuidadosamente en un pergamino. En el trayecto deseaba con todas sus fuerzas que se cruzara a Maia, sin embargo eso no ocurrió ni en la ida a la Biblioteca ni en el regreso. En ambos trayectos miraban para todos lados y alistaban las varitas con las manos en el bolsillo, así mismo el clima era tranquilo y no se cruzaron con ninguna amenaza. Volvieron a toda prisa a la sala común muggle donde había estudiantes reunidos en una mesa haciendo trabajos prácticos, entre ellos Justine, Jenka y Álvaro. Cerraron la puerta de la habitación y Sergio susurró en voz baja:
- Según lo que hemos leído del contrahechizo Protego es un conjuro difícil de realizar, hay que tener un excelente manejo de la varita y un elevado nivel de magia. Lo último se logra con algunos años de práctica. ¿Creen que lo lograremos?
Kevin expresó con seguridad. -Lo intentaremos, algún día nos saldrá. Lo que sugiero es que también practiquemos otros hechizos, al menos contra una silla o contra algún objeto para no hacernos daño.
Esa tarde practicaron contra la silla y contra un escritorio para evitar volver a faltar a clases. La noche llegó automáticamente y no pudo ver el rostro de Maia. Tampoco se animaba a acercarse a la mesa de Ravenclaw o esperarla salir en la puerta del comedor, pues si rondaba solo por el castillo podría sorprenderlo algún alumno de Slytherin con malas intenciones. Era por eso que iban siempre juntos al salir de la sala común, uno cuidaba al otro y vigilaban cada movimiento. Así mismo era poco probable que le hicieran daño dentro del castillo, pues siempre estaba habitado y ya no quería más salir a horarios indebidos, ya tenía suficientes problemas como para sumar más a la lista. Dormiría temprano para tener un buen rendimiento durante esos días y para sorpresa de todos las materias dictadas por los tutores habían aumentado su nivel de exigencia y apenas alcanzaba el tiempo para cumplir con las tareas y estudiar. Los sueños habían pasado a un segundo plano, el sueño de sus padres seguía inconcluso, pero no lo había vuelto a tener. En su lugar soñaba con Maia, con los exámenes de esos días y con alguna emboscada de los muchachos de Slytherin, que por el momento lucían desinteresados de hacerle daño, sin embargo no era motivo para bajar la guardia y continuar en alerta. Los días seguían pasando, tan rápidos como iguales. En uno de ellos llegó su cumpleaños, un 21 de marzo, la gran sorpresa que cautivó a todos los muggles fue que Raper cumplía los años el mismo día que Kevin y se enteraron ese mismo día. La pequeña fiesta fue muy afectiva, hicieron una reunión a la noche en la sala común muggle y se quedaron jugando al ajedrez y contando chismes. El escuadrón muggle había suavizado sus horarios y sólo se juntaban una vez a la semana, pues el tiempo libre era cada vez menor y les tiraba del cuello haciendo presión como una soga. La muchacha que tanto anhelaba no aparecía por ningún sitio, talvez se había olvidado de él y quedaría pensando en ella como un tonto. Decidió tratar de no pensar más en ella y ocuparse de sus problemas que eran muchos y diversos y que le mantendrían ocupada la cabeza por mucho tiempo. Así llegó el cumpleaños de Mady el 30 de marzo y su regalo fue tan hermoso como novedoso. Alice se ofreció para teñir las mechas desgastadas que tenía en su pelo por el crecimiento y les hizo nuevas mechas de color fucsia. Esto le daba un aspecto mucho más atractivo y lucía distinta la muchacha. Los adolescentes a medida que pasó el tiempo fueron creciendo y madurando, tanto emocionalmente como corporalmente. Luego se sucedió El cumpleaños de Patrick el 8 de abril, el cumpleaños de Jere el 16 y por último el cumpleaños de Lina el 20 de ese mes. Tantas fiestas reuniones y compañerismo habían consolidado a los muggles como entrañables amigos. A pesar de continuar los sectores de diferencia ya se habían habituado a un medio que era como su hogar. Uno de esos días Raper le preguntó a Kevin si comenzaría a asistir a los entrenamientos de Quidditch y la respuesta fue algo inesperada. Por el momento no quería. Continuó escribiendo artículos y experiencias en su libro, pero con mucho menos frecuencia pues el estudio lo tapaba como un gigantesco mar. En ese naufragio que estaba a la deriva las materias parecían hundirlo cada vez más, una noche se miró en el espejo por mucho tiempo y se preguntó: -¿Que fue del pequeño Kevin? ¿Me estaré volviendo loco?
Todos estaban durmiendo, era la ocasión ideal para salir a dar un paseo nocturno, sin embargo algo dentro de él lo hacía quedarse en su sitio. La rutina lo deprimía y se sostenía de la esperanza de que algo le ocupara la cabeza y borre sus preocupaciones. Tal vez podría atreverse a pedirle a la profesora Luna Lovegood la contraseña para recibir El Quisquilloso Flash o quizás debía enviarle una carta a Felipe Welintong para saber si quedaba algún otro libro. La magia parecía agotarse a medida que iba asimilando conocimientos y reteniendo en su memoria lo que en esos días era la insoportable teoría. Cuando menos se lo esperó llegó una novedad que le devolvió el interés a nuevas experiencias.
-El lunes que viene tendremos una muestra de arte, donde el que lo desee expondrá algo de lo que ya ha hecho. No teman, estoy seguro de que lo harán muy bien, al finalizar esta clase se quedarán los interesados en exponer alguna obra.- Anunció Rodolph con su voz ronca de siempre, pero con un tono de emoción. En mi clase, expondremos las canciones que hemos aprendido a lo largo de estos meses. Lo hará el que lo desée.
La misma noticia fue repetida por Cecile en bellas artes muggles y mágicas; el candidato a llevarse todos los aplausos era Maxi con sus brillantes dibujos. Patrick analizó la situación con sus alumnos y todavía no estaban en condiciones de exponer un poema o un cuento. Las clases con Alice parecían cada vez más fáciles, los muggles parecían adaptarse con facilidad al idioma inglés y la lectura de textos se había incrementado. Los tutores parecían haber encontrado su lugar en Hogwarts, eran tan docentes como los demás y los comentarios de los demás acerca de ellos habían cambiado. Era ciertamente curioso que las personas que los cuidaban fueran también sus profesores, sin embargo no había tiempo para continuar cuestionándolo. Estaban cómodos en el castillo y ya no eran mirados como un fenómeno o alguien no perteneciente. Unos días después en la clase de Patrick se quedó hasta el último minuto para quedar a solas con él, pues se lo había pedido al principio de la clase. Se sentó en frente del escritorio y esperó pacientemente a que comenzara.
-Tengo algo para ti. - Del bolso negro que llevaba sacó un libro de color negro y escrito con letras azules pequeñas. Lo hojeó y se lo entregó explicando: -Es un regalo del señor Welintong, el último libro que inspeccionó para que lo recibas en condiciones seguras.
El adolescente asintió con la cabeza, lo recibió y se quiso quitar una pequeña duda que hacía tiempo tenía.
-¿Cuantos libros quedan por inspeccionar?- Patrick frunció el entrecejo y repuso.
-Creo que varios. El problema no es tan simple de resolver, están hechizados.
Kevin dedujo: -Como el libro del príncipe mestizo…
-Si, ese mismo, le costó mucho lograr desactivar los hechizos de protección que poseía, para que pudiera mandártelo sin inconvenientes.
-¡Un momento!. Ese libro me lo obsequió el profesor Slughorn…
Patrick lanzó una carcajada. -Pues no es así. Se lo encomendé yo y me comentó que eres muy bueno en pociones y que te tomaría un examen. Entonces no te diría nada hasta que te pusiera a prueba en su clase, yo lo autoricé a que haga eso y guardé el secreto. Por más que te fuera mal en esa prueba te lo iba a regalar de todos modos.
-También recuerdo que me habló del señor Eranson.
-Ah ¿Si? Déjame decirte que estudió unos años en Hogwarts y fue un maestro muy reconocido en Argentina, además de ser un gran hechicero y experto en pociones. Se supo que un determinado día hechizó cada uno de los libros con un conjuro distinto, para que nadie pudiera hurgar en sus libros o pretendiera robarlos.
Pensó unos instantes y recordó algo más: -¿Y el libro de animales fantásticos y donde encontrarlos?
-Ese libro no estaba hechizado, y fue muy fácil saberlo por que cuando lo toqué no me pasó absolutamente nada, ni a ti, cuando lo recibiste.- Contestó sonriendo.
El muchacho se rascó la nuca desconcertado y contestó. -¿Que tipo de conjuros protectores tienen los demás libros?
-Algunos muy conocidos y muy difíciles de destrabar. Otros desconocidos, por eso es que el Señor Welintong cuando tiene tiempo llama a su personal y los inspeccionan en el Ministerio de Magia, aunque les lleve meses y quizás años desactivar algunos conjuros.
Kevin abrió los ojos asombrado. -¡¿ En el ministerio de magia?!
-Así es. Por si no lo sabes, el Señor Welintong es el Ministro de magia de Argentina.
Abrió los ojos como platos, luego suspiró. -Increíble.
-No te lo he dicho todavía pues no sabía como ibas a reaccionar. -Hubo un pequeño silencio donde ambos quedaron cara a cara y Patrick sonrío. -Todo lo que puedo decirte es que este último libro lo pudo desconjurar ayer y que cada vez que lo quería inspeccionar este explotaba y se regeneraba. Tiene otros libros examinando, pero, como ya sabes, son muy peligrosos todavía.
De pronto se le ocurrió otra pregunta más. -¿La biblioteca del señor Eranson, también está encantada?
Patrick se puso el sombrero que estaba reposando en el escritorio, cerró su portafolio y se puso de pie. -No, de lo contrario no hubiéramos podido entrar allí… además le gustaba prestárselos a sus hijos y a sus nietos que vivieron allí hasta una semana antes de que llegáramos…. Y siempre para los magos será más difícil destrabar muchísimos hechizos juntos, que uno solo que oculte una biblioteca entera. Estoy seguro que debió pensar eso a la hora de encantarlos… por cierto, debo irme, espero que te agrade este libro.- Se despidió con un apretón de manos y se dirigió hacia la sala común muggle. Allí se tomó un tiempo para leer el título de la tapa:

“El Agujero de mi magia” de Clark Biuse.

Lo hojeó y observó que no eran demasiadas páginas, que debía ser una novela corta. Ya que tenía ese rato libre y el libro era relativamente corto decidió leerlo entero. Se introdujo en la historia…

Un joven mago que vivía en oscuridad y soledad buscaba un amor, una persona para enamorarse y alguien que lo comprendiera. Sin embargo sólo encontraba rechazo y fracasos en cada nuevo intento. Un día descubrió un hechizo nuevo que había inventado casi sin proponérselo. Un hechizo de amor, que enamoraba a quienes hechizara. De esa manera se acercó a las brujas y les aplicó ese hechizo, pero al terminar el efecto volvían a su estado normal y no podía continuar hechizándolas. Allí se dio cuenta que el hechizo duraba sólo un día y lo probó por todos lados buscando alguna bruja que pudiera enamorarse de él por mas de un día. Hasta que una tarde se enamoró de una joven maga que se acercó y le juró su amor. Fue amor a primera vista y no fue necesario aplicar el hechizo. Todo iba a la perfección hasta que un día aparecieron todas las brujas con las que había experimentado el hechizo, éstas aparecieron embarazadas culpándolo y la bruja con la que estaba se ofendió y juro alejarse de él para siempre. La buscó por todos los lugares, perseguido por las brujas que lo maldecían, hasta que un día se rindió y en risco se quitó la vida aplicándose un Avada Kedavra así mismo…

Al final de libro leyó una nota de autor a modo de reflexión o moraleja. El cuento sin duda era trágico y representaba que los sentimientos muchas veces hacen jugar sucio a una persona y tarde o temprano lo termina pagando, Era una forma de explicar la ambición humana que muchas veces actúa por si sola y se muestra de alguna manera. El cuento lo impresionó tanto que se quedó mucho tiempo pensativo. Lo aplicó a sus problemas diarios y se dio cuenta de que no estaba metido en líos tan grandes y que debería ser más cauto. Los problemas disminuirían a medida que los vaya evitando y tratando de no buscárselos.

En una de las caminatas sin sentido hacia la biblioteca o hacia lugares de distracción se convenció de que lo que buscaba no le llegaría y desde ese momento decidiría continuar con su vida. Borrar aquellos recuerdos que fueron poco venturosos o poco anecdóticos. Se había adentrado tanto en el personaje de aquella historieta que nada tenía sentido. Se sentó en una de las cámaras del patio y se puso a escribir una nueva nota en el libro del príncipe muggle. De pronto sucedió algo imprevisto, una mano le tocó el brazo, la piel se le erizó y se dio vuelta instantáneamente. En el momento menos esperado se topó con la persona que más deseaba cruzarse en aquellos días, Maia Galeano. La hermosa joven de sus sueños. -Disculpa que no te haya buscado en estos días, es que anduve muy ocupada.
Se quedó tan helado como inmutable, intentó fingir desinterés. -Descuida, yo también he tenido muchas actividades últimamente…
Se cruzó de brazos, mientras fruncía el entrecejo lentamente. -No, en verdad he sido descortés contigo...- El muchacho atinó a quedarse callado y la chica continuó. -Mañana es la muestra de Arte, he escuchado que luego habrá una fiesta. Podremos vernos allí entonces. ¿Que dices?
El cuerpo comenzó a temblarle, la cabeza pensaba a toda velocidad y sus sentimientos internos luchaban titánicamente. Tomó la primera frase y la arrojó como su única carta en juego. -Desde luego…
La muchacha sonrío complacida y se acercó a hacer lo que Kevin nunca hubiera esperado en siglos o quizás en vidas enteras. Se puso delante y le besó la mejilla, esta comenzó a sonrojarse escandalosamente, sin embargo fue tan maravilloso como fugaz. Se alejó a toda prisa pues alguien la llamaba. Era lo mejor que podía ocurrir en ese momento, el corazón del adolescente latía fuertemente a tal punto que parecía que iba a salirse de su lugar. Sentía una gran euforia y se fue corriendo hacia la sala común muggle. No dudó en contar a sus amigos sobre el suceso reciente para calmar los nervios y tranquilizarse. Raper fue el primero en felicitarlo golpeando su hombro con la palma amistosamente: -¡Genial! ¡Realmente genial amigo!
Sergio se lo tomó con mucho humor y bromeó. -¿A que te lanzarás a por ella como un león hambriento?
Largas carcajadas cubrieron la pieza y tras algunos consejos de Sergio sobre cómo seducir a una muchacha continuaron con la rutina. Kevin se sentía seguro y contenido por sus amigos. Además tendría estrategias y sugerencias sobre como acercarse a la muchacha que le hacía perder la cabeza. Las horas se sucedieron tan largas como iguales, ya no importaba cuanto faltaba para la muestra de arte, ni cuando terminaría ésta. Su máximo objetivo estaba por concretarse, la espera había tenido sus frutos y debería cosechar con cuidado lo que meses atrás había sembrado casi sin proponérselo. Aquella noche fue a devolver algunos libros a la biblioteca, mientras silbaba muy animado y con una sonrisa de oreja a oreja. En el mostrador había un adolescente mayor hablando con voz muy alta, tanto que se escuchaba la conversación.
-… y casi por accidente lee el libro de hechizos avanzados mi hermano muggle.
La bibliotecaría regañó: -¡Michael no debes ser tan descuidado! ¿O lo que sucedió a principios de año no te ha servido de lección...?
El adolescente de pelo oscuro, corto y rostro marcadamente envejecido se sonrojó. Llevaba el uniforme de Gryffindor, posiblemente conocido de James Potter, pensó Kevin. No lucía muy bien y su estado desnutrido parecía desfavorecerlo. Dejó los libros en el mostrador y se retiró lentamente con las manos en el bolsillo. Mientras dejaba los libros observaba al muchacho que se retiraba lamentándose en voz baja y de manera penosa: -“Todo me ocurre a mi”- Se despidió cortésmente de la bibliotecaria y apuró su paso para alcanzar a aquella figura que tanto le llamaba la atención, lo llamó con cuidado.
-Oye, ¿Tu eres Michael Iverovich?
El muchacho detuvo su marcha y lo miró desconcertado. -Asi es…, oye, tu eres un muggle, o mago, o lo que sea. No recuerdo haber hablado contigo…
Kevin negó con la cabeza, mientras el sujeto lo observaba con más atención. Sus ojos eran pequeños y su rostro demacrado era más impresionante desde cerca. -No, yo sólo conozco tu nombre pues hace tiempo leí un artículo de El Profeta sobre las chimeneas…
Lo señaló con la mano amenazante: -Ahh, ¿Tu también vienes a burlarte de mi?
Retrocedió unos pasos temiendo que el sujeto sacara su varita y le lanzara un hechizo, sin embargo no ocurrió nada, entonces aprovechó para agregar: -¡No!. Simplemente quería hablar contigo, pero si te he molestado lo siento mucho…
Se cruzó de brazos, tomó aire y contestó: -Pues no. Pero dime, ¿Que quieres saber?
Levantó sus manos cubriéndose y tratando de expresarse con rapidez. -Nada en especial, simplemente te noto muy triste y a pesar de que eso no sea de mi incumbencia me llama la atención. ¿Acaso Hogwarts no es un lugar donde uno debería estar a gusto?
El muchacho sonrió, levantó su caída mirada y contestó con optimismo. -No te preocupes, da igual, ya estaré bien. Aunque estaría mucho mejor si El Profeta, mejor dicho Rita Skeeter y su sobrina Layla desaparecieran para siempre…
De pronto se oyeron unos pasos, ambos miraron para todos lados, sin embargo no se veía nada. La noche estaba tan avanzada que quizás en el medio de la oscuridad podrían alucinar cosas. Tras algunas verificaciones de que nadie oyera la conversación replicó:-No debes guiarte por lo que dice El profeta, también ha atentado duramente contra nosotros, sin embargo, como te habrás dado cuenta, a perdido a sus fieles lectores y prácticamente no circulan ejemplares por Hogwarts. Si bien recuerdo, en un tiempo lo habían prohibido…
Asintió y contestó con resignación. -He cometido un error grave y para mi desgracia ha sido publicado por el Profeta toda la semana, y supongo que será la noticia más escandalosa de año.
Kevin parecía entrar en confianza y lo aconsejó en voz más alta. -No te guíes por lo que dice El Profeta, tus verdaderos amigos sabrán quién eres y te apreciarán tal como eres. No dejes que un apestoso e insignificante diario te aleje de ellos, aparte deberías saber que es un diario pésimo…
-Vaya, vaya vaya. Un tonto muggle se atreve a insultar a El Profeta, de seguro le encantará esta noticia a Layla…- Apareció de entre las sombras una figura conocida pero inesperada. Scorpius Malfoy y farfulló: -Te costará muy caro esto… Older, ya verás…
Sacó su varita en un rápido movimiento, no pensó en un hechizo pero al menos mantendría su varita empuñada, pero no hizo falta por que el chico de pelo rubio se retiró riéndose por lo bajo.
-Lo siento…- Se lamentó en voz baja Michael.
-Oh, no te preocupes de seguro no ocurrirá nada.
Se despidió y bajó lentamente las escaleras, todavía los pies le temblaban por el miedo que representaba que Scorpius Malfoy apareciera sin previo aviso y lo hallara desarmado. Tal vez tendría que intensificar los entrenamientos del Escuadrón Muggle y aprender de una vez por todas el contrahechizo Protego. No le preocuparía la amenaza del rubio, estaba acostumbrado a que lo rebajara con la mirada y le manifestara desprecio. Si publicaban una noticia sobre el en El Profeta, por insultarlo, así como lo habían hecho con Patrick no se deprimiría y ni le prestaría atención.

(Fin del Capítulo 23)

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